Una de las cosas más frágiles que podemos usar en la cocina, es el huevo. Si los golpeas, se rompen. Si se caen, se rompen ¡casi con sólo verlos se despedazan! Sin embargo, la cáscara del huevo está llena de sorpresas, y la principal es que es mucho más fuerte de lo que crees. ¿Puedes romper los cascarones de huevo con tus propias manos o descubrirás que el huevo no es tan débil como creías?
Primer experimento:
Desaparece la cáscara sin meter las manos.
Hora |
Vaso |
Vinagre |
Huevo |
0 |
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1 |
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Segundo experimento:
Cascarones fortachones
Se propone que esta experiencia puede profundizarse si los niños hacen hipótesis de cuánto peso podrán soportar los huevos antes de comenzar el experimento. Si se decide realizar un protocolo con hipótesis de este tipo, incluir en los materiales necesarios una báscula para pesar a los participantes antes de que se suban en los huevos. Iniciar con las personas más ligeras, tomando notas de cuánto soportan los cascarones.
Adivinanzas sobre los huevos:
Blanco es, la gallina lo pone, en aceite se fríe y con pan se come.
Sobre el cascarón del huevo:
Una caja chiquita, blanca como la cal: todos la saben abrir, nadie la sabe cerrar.
En nuestra experiencia cotidiana, los huevos son fáciles de romper. Pareciera que el cascarón es un mal escudo de protección, cuando en realidad esta estructura es biológicamente muy eficiente. Químicamente, el cascarón del huevo está formado por Carbonato de Calcio en un 98 %. En la primera experiencia al poner el huevo en vinagre iniciamos una reacción química, pues el Carbonato de Calcio se descompone cuando entra en contacto con el ácido acético que está en el vinagre blanco.
¿Cómo detectar que está ocurriendo una reacción química a pesar de que el cascarón se ve idéntico al principio? Al cabo de un rato de que el cascarón interactúe con el vinagre, observarás unas burbujas en el líquido. Son el producto de la descomposición del Carbonato de Calcio, que al romperse químicamente libera por un lado Calcio (que no se nota en el agua), y por el otro deja libre al carbonato que termina por formar Dióxido de Carbono. Éste produce las burbujas que ves flotando en el vinagre.
Al pasar el tiempo, se descompone todo el cascarón y lo que vemos es el interior del huevo que sigue protegido por una membrana elástica que lo hace parecer de goma.
¿Qué sucede en la segunda experiencia? El secreto está en la forma ovoide del huevo, que geométricamente es muy eficiente para distribuir en varios puntos el peso. Fíjate en las cúpulas de las catedrales: muchas están construidas en forma de arco, pues hace siglos los ingenieros, arquitectos y matemáticos descubrieron que la curvatura del arco ayuda a soportar las presiones del ambiente y evitar que se destrocen las construcciones.
En el caso del huevo, la forma de óvalo ayuda a soportar el peso del cuerpo de la gallina, por ejemplo. De ese modo los huevos pueden empollarse sin que la gallina los rompa y es lo mismo que vemos en esta actividad.
Sin embargo, el cascarón puede romperse con facilidad en la cocina. ¿Cómo es esto posible? La resistencia del cascarón es fundamental para la defensa de la vida que se está gestando dentro del huevo. El cascarón tiene poros por los que transita un intercambio de gases con el ambiente, pero a la vez es una defensa estructural poderosa en contra del paso de líquidos y microorganismos que podrían dañar al embrión que se encuentra en su interior. Es fuerte y no es fácil de romper con el peso de la gallina, pero debe ser frágil para permitir que el pollito nazca y salga al exterior. Es así como el picoteo del pollito en un área pequeñita del huevo genera que el cascarón se quiebre, y a partir de esa fractura sea sencillo abrirlo todo. Eso mismo sucede en la cocina, cuando damos un golpe específico en una zona relativamente pequeña de la superficie.
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